Empieza un nuevo año y nuestros proyecto vital se tambalea o se refuerza. “Voy a ir al gimnasio. Voy a comer mejor…”
Nuestro sistema educativo no es diferente. Es un ente vivo y dinámico que se replantea su existencia y su manera de hacer constantemente.
Muchas escuelas se plantean su manera de trabajar, tanto de alumnos como de profesores. ¿Hacen falta cambios? ¿Estos cambios aportan cosas positivas? ¿Se consiguen los objetivos con la metodología más clásica o bien este forma de proceder se está quedando atrás en el mundo educativo?
Todas estas preguntas son las que se plantean nuestros profesores cuando valoran con qué metodología trabajar. Sea cual sea la decisión la que sí parece bastante clara es la idea de un alumno mucho más proactivo y participativo.
Muchos centros educativos llevan tiempo planteándose las virtudes de lo que llamamos el aprendizaje por proyectos. Con esta metodología el alumno es el protagonista de su propio aprendizaje y lo más importante no es el resultado final, ni el aprobado a final de curso; lo realmente significativo es el proceso de aprendizaje que ha seguido este chico o chica para conseguir sus objetivos. Estos objetivos no son solo adquirir conocimientos, si no también habilidades y competencias, de un modo transversal y dinámico.
A grandes rasgos, el aprendizaje por proyectos empieza con una pregunta o tema principal. Los alumnos llegan a una respuesta a través de la investigación, recopilación de información e intercambio de ideas y experiencias. A lo largo de todo este proceso es el alumno el que toma las riendas de su propio aprendizaje y el profesor debe hacer el acompañamiento en todo momento para garantizar que dicho proceso sea una experiencia agradable y provechosa.
Añadida al acompañamiento, el profesor tiene otra tarea. Decidir los criterios de valoración o de evaluación. El concepto de evaluación tal y como lo hemos entendido hasta ahora, cambia, ya que no sólo se debe evaluar que ha aprendido el alumno, sino cómo lo ha hecho. Esta evaluación no debe presentarse tan solo con un número, una nota, puesto que difícilmente aportará al alumno las herramientas de mejora que necesite.
Cada vez se hace más evidente que nos encontramos ante un cambio de paradigma en el que la etapa de almacenar información se tiende a sustituir por la de saber buscar y seleccionar la información. Ya no sólo se trata de que los alumnos aprendan lecciones, sino de ayudarles a crecer como estudiantes y como personas. Albert Einstein dijo “Cada día sabemos más y entendemos menos“. Se debe invertir esta tendencia, puesto que entender nos hará mucho más competentes no sólo para el estudio o el trabajo, sino también a nivel personal.
No se trata en estas líneas de valorar que método es mejor o peor, pero sí de constatar que existen otras maneras de enseñar a los alumnos y que se está abriendo un periodo de reflexión profunda entorno a su educación. Y esto no es una mala noticia, ya que reflexionar para avanzar siempre significará una mejora en la educación y, por tanto, en las sociedades futuras. Acabemos con un viejo proverbio chino que ilustra muy bien lo que el trabajo por proyectos significa: dígame y olvido, muéstrame y recuerdo. Involúcreme y comprendo.
Empieza un nuevo año y nuestros proyecto vital se tambalea o se refuerza. “Voy a ir al gimnasio. Voy a comer mejor…”
Nuestro sistema educativo no es diferente. Es un ente vivo y dinámico que se replantea su existencia y su manera de hacer constantemente.
Muchas escuelas se plantean su manera de trabajar, tanto de alumnos como de profesores. ¿Hacen falta cambios? ¿Estos cambios aportan cosas positivas? ¿Se consiguen los objetivos con la metodología más clásica o bien este forma de proceder se está quedando atrás en el mundo educativo?
Todas estas preguntas son las que se plantean nuestros profesores cuando valoran con qué metodología trabajar. Sea cual sea la decisión la que sí parece bastante clara es la idea de un alumno mucho más proactivo y participativo.
Muchos centros educativos llevan tiempo planteándose las virtudes de lo que llamamos el aprendizaje por proyectos. Con esta metodología el alumno es el protagonista de su propio aprendizaje y lo más importante no es el resultado final, ni el aprobado a final de curso; lo realmente significativo es el proceso de aprendizaje que ha seguido este chico o chica para conseguir sus objetivos. Estos objetivos no son solo adquirir conocimientos, si no también habilidades y competencias, de un modo transversal y dinámico.
A grandes rasgos, el aprendizaje por proyectos empieza con una pregunta o tema principal. Los alumnos llegan a una respuesta a través de la investigación, recopilación de información e intercambio de ideas y experiencias. A lo largo de todo este proceso es el alumno el que toma las riendas de su propio aprendizaje y el profesor debe hacer el acompañamiento en todo momento para garantizar que dicho proceso sea una experiencia agradable y provechosa.
Añadida al acompañamiento, el profesor tiene otra tarea. Decidir los criterios de valoración o de evaluación. El concepto de evaluación tal y como lo hemos entendido hasta ahora, cambia, ya que no sólo se debe evaluar que ha aprendido el alumno, sino cómo lo ha hecho. Esta evaluación no debe presentarse tan solo con un número, una nota, puesto que difícilmente aportará al alumno las herramientas de mejora que necesite.
Cada vez se hace más evidente que nos encontramos ante un cambio de paradigma en el que la etapa de almacenar información se tiende a sustituir por la de saber buscar y seleccionar la información. Ya no sólo se trata de que los alumnos aprendan lecciones, sino de ayudarles a crecer como estudiantes y como personas. Albert Einstein dijo “Cada día sabemos más y entendemos menos“. Se debe invertir esta tendencia, puesto que entender nos hará mucho más competentes no sólo para el estudio o el trabajo, sino también a nivel personal.
No se trata en estas líneas de valorar que método es mejor o peor, pero sí de constatar que existen otras maneras de enseñar a los alumnos y que se está abriendo un periodo de reflexión profunda entorno a su educación. Y esto no es una mala noticia, ya que reflexionar para avanzar siempre significará una mejora en la educación y, por tanto, en las sociedades futuras. Acabemos con un viejo proverbio chino que ilustra muy bien lo que el trabajo por proyectos significa: dígame y olvido, muéstrame y recuerdo. Involúcreme y comprendo.
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