La energía es uno de los segmentos de la economía que de mayor forma favorece al desarrollo de nuestra sociedad. Los diferentes patrimonios y servicios que aporta son empleados de manera continuada en nuestras rutinas diarias ayudando a un componente muy apreciable para la calidad de vida de todos los que vivimos en este planeta.
El aumento de la población en las ciudades reclama la puesta en marcha de medidas proporcionadas para garantizar una correcta calidad de vida. En esta estructura de mejora de crecimiento de las ciudades el papel de la energía es fundamental y conlleva importantes desafíos y requiere el desarrollo de una proyección sostenible y una buena gestión del entorno urbano.
El crecimiento de la población en las ciudades ha requerido reafirmar que la calidad de vida ha aumentado en muchas áreas urbanas en los últimos años. En Europa, hoy en día contamos con un mayor bienestar y con más espacio vital por persona, viajamos más y más lejos, y vivimos más años. No hay duda de que muchos de los bienes y servicios de los que disfrutamos en las capitales, y que son fundamentales para alcanzar niveles óptimos de calidad de vida, son proporcionados directa o indirectamente por la energía.
Y es que la energía está vigente en todos los aspectos de la vida moderna de un país desarrollado. La podemos descubrir, sin valorar, al despertarnos por la mañana en forma de agua caliente, de calor en invierno en calefacción y frío en verano con el aire acondicionado. Además, como combustible en los medios de transporte, como energía que impulsa motores y ordenadores en el trabajo, que nos concede disfrutar del ocio, que nos hace posible cocinar o como iluminación en los hogares y en las calles, ofreciéndonos seguridad.
Sin embargo, también es cierto que el incremento del consumo en las ciudades de este tipo de productos y servicios, incluyendo los energéticos, está dominado al entorno a una presión creciente. Además, en determinadas áreas como la de la salud, se ha observado cierto deterioro con un ambiente de enfermedades relacionadas con el estilo de vida de las ciudades.
Cambio climático y calidad del aire no representan lo mismo.
Si no se saben diferenciar, no se puede contribuir a su mejora. La transformación y uso de energía, además de los efectos positivos que conlleva, tienen una incidencia importante en el ámbito de cambio climático y de la calidad del aire, dos aspectos cuya diferenciación resulta fundamental.
El cambio climático se produce por la emisión de gases de efecto invernadero, principalmente por el dióxido de carbono junto con otros gases como el metano o el óxido nitroso, y compromete así al aumento de la temperatura global del planeta. Es pues un fenómeno global, y es que las emisiones de estos gases en un lugar concreto tienen diferentes efectos sobre el conjunto del planeta. El sector energético es el causante a nivel mundial de cerca del 70% de las emisiones y, por tanto, es el sector que de mayor forma debe contribuir con soluciones prácticas para reducir dichas emisiones.
La calidad del aire, en general, y la de las ciudades, en particular, se degrada si la concentración de determinados contaminantes atmosféricos, causados principalmente por la producción y utilización de energía supera los límites establecidos, pudiendo perjudicar la salud de los ciudadanos. Se trata principalmente de un fenómeno local que afecta en determinadas ciudades y que se aprecia en el corto plazo, dependiendo de la concentración de los contaminantes del aire en un momento determinado. En este contexto, el papel de la energía es fundamental ahora más que nunca las ciudades son una gran oportunidad para lograr un sistema energético más sostenible «#YomeQuedoenCasa»”#Quédate en casa”
La energía es uno de los segmentos de la economía que de mayor forma favorece al desarrollo de nuestra sociedad. Los diferentes patrimonios y servicios que aporta son empleados de manera continuada en nuestras rutinas diarias ayudando a un componente muy apreciable para la calidad de vida de todos los que vivimos en este planeta.
El aumento de la población en las ciudades reclama la puesta en marcha de medidas proporcionadas para garantizar una correcta calidad de vida. En esta estructura de mejora de crecimiento de las ciudades el papel de la energía es fundamental y conlleva importantes desafíos y requiere el desarrollo de una proyección sostenible y una buena gestión del entorno urbano.
El crecimiento de la población en las ciudades ha requerido reafirmar que la calidad de vida ha aumentado en muchas áreas urbanas en los últimos años. En Europa, hoy en día contamos con un mayor bienestar y con más espacio vital por persona, viajamos más y más lejos, y vivimos más años. No hay duda de que muchos de los bienes y servicios de los que disfrutamos en las capitales, y que son fundamentales para alcanzar niveles óptimos de calidad de vida, son proporcionados directa o indirectamente por la energía.
Y es que la energía está vigente en todos los aspectos de la vida moderna de un país desarrollado. La podemos descubrir, sin valorar, al despertarnos por la mañana en forma de agua caliente, de calor en invierno en calefacción y frío en verano con el aire acondicionado. Además, como combustible en los medios de transporte, como energía que impulsa motores y ordenadores en el trabajo, que nos concede disfrutar del ocio, que nos hace posible cocinar o como iluminación en los hogares y en las calles, ofreciéndonos seguridad.
Sin embargo, también es cierto que el incremento del consumo en las ciudades de este tipo de productos y servicios, incluyendo los energéticos, está dominado al entorno a una presión creciente. Además, en determinadas áreas como la de la salud, se ha observado cierto deterioro con un ambiente de enfermedades relacionadas con el estilo de vida de las ciudades.
Cambio climático y calidad del aire no representan lo mismo.
Si no se saben diferenciar, no se puede contribuir a su mejora. La transformación y uso de energía, además de los efectos positivos que conlleva, tienen una incidencia importante en el ámbito de cambio climático y de la calidad del aire, dos aspectos cuya diferenciación resulta fundamental.
El cambio climático se produce por la emisión de gases de efecto invernadero, principalmente por el dióxido de carbono junto con otros gases como el metano o el óxido nitroso, y compromete así al aumento de la temperatura global del planeta. Es pues un fenómeno global, y es que las emisiones de estos gases en un lugar concreto tienen diferentes efectos sobre el conjunto del planeta. El sector energético es el causante a nivel mundial de cerca del 70% de las emisiones y, por tanto, es el sector que de mayor forma debe contribuir con soluciones prácticas para reducir dichas emisiones.
La calidad del aire, en general, y la de las ciudades, en particular, se degrada si la concentración de determinados contaminantes atmosféricos, causados principalmente por la producción y utilización de energía supera los límites establecidos, pudiendo perjudicar la salud de los ciudadanos. Se trata principalmente de un fenómeno local que afecta en determinadas ciudades y que se aprecia en el corto plazo, dependiendo de la concentración de los contaminantes del aire en un momento determinado. En este contexto, el papel de la energía es fundamental ahora más que nunca las ciudades son una gran oportunidad para lograr un sistema energético más sostenible «#YomeQuedoenCasa»”#Quédate en casa”
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