¿La educación y la felicidad son compatibles?

Desde pequeño he oído la expresión “la ignorancia te hará feliz”. Ese refrán es realmente “interesante” a la par que inquietante. Básicamente porqué pone en duda que la educación y la felicidad sean compatibles en nuestra sociedad. A partir de él se crean una serie de pensamientos muy interesantes.

En los colegios recibimos la educación académica necesaria para poder tener una opinión crítica propia. Es en estas mismas instituciones donde aprendemos a convivir en sociedad. Llevamos a nuestros hijos e hijas a las escuelas para que aprendan, para recibir una educación.

Así pues y teniendo en cuenta el refranero popular, estamos llevando a nuestros hijos e hijas a una infelicidad eterna!

Felicidad

Felicidad

 

Ya los antiguos griegos tuvieron sus discusiones sobre este tema. Sócrates defendía que “el saber es la parte principal de la felicidad” y Aristóteles aseguraba que “la educación es un ornamento en la prosperidad y un refugio en la adversidad”. Filippo Giordano Bruno no podía estar más en desacuerdo con los griegos ya que según él “la ignorancia es la madre de la felicidad y de la bienaventuranza sexual” al igual que su compatriota Leopardi Giacomo que aseguraba que “la ignorancia es la mayor fuente de felicidad”.

Muchos han sido los pensadores que a lo largo de los siglos han defendido que el conocimiento tiene algo de perverso que reduce al ser humano y lo sume en la desgracia. Este tipo de ideas han tenido mucho recorrido con la postmodernidad aunque es muy evidente la paradoja que existe entre ser un pensador y defender esas teorías.

El conocimiento ha llevado a la humanidad muy lejos, muy lejos en muchos sentidos. Muchos son los que defienden que gracias a la ciencia y el progreso derivado de ella se vive mejor. No faltan detractores a esa idea que aseguran que la ciencia ha llevado a la humanidad a cometer atrocidades como la bomba atómica.

Hemingway dijo una vez que “lo más raro que nunca podrá encontrar será una persona inteligente y feliz”. Aquí aparece un nuevo concepto que es el de “inteligencia”. Es distinto ser inteligente que ser educado o culto. La persona inteligente es aquella que tiene más facilidad para asimilar la educación (en mi humilde opinión). Las personas inteligentes pueden tener más facilidades para vivir en la sociedad ya que esa inteligencia les puede ser de gran ayuda para superar los distintos retos que aparecen a lo largo de la vida.

La felicidad ha sido un concepto que siempre ha perturbado a la humanidad y que los hombres y mujeres han intentado conseguir a toda costa. Un servidor se apuntó a una asignatura en la facultad de Filosofía de Barcelona con el título “La felicidad humana”. Tengo que deciros que salí de allí por patas ya que el conocimiento que tenían mis compañeros de aula era infinitamente superior al de un alumno de biología que buscaba una curiosidad más que un discurso filosófico.

Los años me han dado cierta perspectiva sobre este tema y finalmente puedo decir que la educación es esencial para ser feliz (siempre bajo mi humilde opinión). La felicidad nunca será absoluta ya que consiste en distintas metas que nos vamos marcando a lo largo de nuestra vida. El camino para llegar a esas metas es excitante, duro en ocasiones pero tremendamente gratificante siempre. Esos pequeños hitos que nos marcamos son más fáciles de conseguir con una buena educación.

Así que enviar a nuestros hijos a los colegios es la primera piedra para su felicidad personal.

Desde pequeño he oído la expresión “la ignorancia te hará feliz”. Ese refrán es realmente “interesante” a la par que inquietante. Básicamente porqué pone en duda que la educación y la felicidad sean compatibles en nuestra sociedad. A partir de él se crean una serie de pensamientos muy interesantes.

En los colegios recibimos la educación académica necesaria para poder tener una opinión crítica propia. Es en estas mismas instituciones donde aprendemos a convivir en sociedad. Llevamos a nuestros hijos e hijas a las escuelas para que aprendan, para recibir una educación.

Así pues y teniendo en cuenta el refranero popular, estamos llevando a nuestros hijos e hijas a una infelicidad eterna!

Felicidad

Felicidad

 

Ya los antiguos griegos tuvieron sus discusiones sobre este tema. Sócrates defendía que “el saber es la parte principal de la felicidad” y Aristóteles aseguraba que “la educación es un ornamento en la prosperidad y un refugio en la adversidad”. Filippo Giordano Bruno no podía estar más en desacuerdo con los griegos ya que según él “la ignorancia es la madre de la felicidad y de la bienaventuranza sexual” al igual que su compatriota Leopardi Giacomo que aseguraba que “la ignorancia es la mayor fuente de felicidad”.

Muchos han sido los pensadores que a lo largo de los siglos han defendido que el conocimiento tiene algo de perverso que reduce al ser humano y lo sume en la desgracia. Este tipo de ideas han tenido mucho recorrido con la postmodernidad aunque es muy evidente la paradoja que existe entre ser un pensador y defender esas teorías.

El conocimiento ha llevado a la humanidad muy lejos, muy lejos en muchos sentidos. Muchos son los que defienden que gracias a la ciencia y el progreso derivado de ella se vive mejor. No faltan detractores a esa idea que aseguran que la ciencia ha llevado a la humanidad a cometer atrocidades como la bomba atómica.

Hemingway dijo una vez que “lo más raro que nunca podrá encontrar será una persona inteligente y feliz”. Aquí aparece un nuevo concepto que es el de “inteligencia”. Es distinto ser inteligente que ser educado o culto. La persona inteligente es aquella que tiene más facilidad para asimilar la educación (en mi humilde opinión). Las personas inteligentes pueden tener más facilidades para vivir en la sociedad ya que esa inteligencia les puede ser de gran ayuda para superar los distintos retos que aparecen a lo largo de la vida.

La felicidad ha sido un concepto que siempre ha perturbado a la humanidad y que los hombres y mujeres han intentado conseguir a toda costa. Un servidor se apuntó a una asignatura en la facultad de Filosofía de Barcelona con el título “La felicidad humana”. Tengo que deciros que salí de allí por patas ya que el conocimiento que tenían mis compañeros de aula era infinitamente superior al de un alumno de biología que buscaba una curiosidad más que un discurso filosófico.

Los años me han dado cierta perspectiva sobre este tema y finalmente puedo decir que la educación es esencial para ser feliz (siempre bajo mi humilde opinión). La felicidad nunca será absoluta ya que consiste en distintas metas que nos vamos marcando a lo largo de nuestra vida. El camino para llegar a esas metas es excitante, duro en ocasiones pero tremendamente gratificante siempre. Esos pequeños hitos que nos marcamos son más fáciles de conseguir con una buena educación.

Así que enviar a nuestros hijos a los colegios es la primera piedra para su felicidad personal.

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